28.1.12

Me deprimen las estaciones de autobuses, pero pensarás que no es nada original, desde siempre hablar de ello hace que uno se sienta profundo y especial. Pero todo lo contrario, me siento vulgar y hecha un desastre maldiciendo la estación de esta ciudad y los precios del AVE mientras como un sandwich y entiendo que si las cosas hubieran estado al revés todo hubiera sido diferente. 
Pero Madrid no tiene la culpa, Madrid es una jodida maravilla y yo confieso estar enamorada de ella y de sus sitios preciosos donde siempre nos imagino bebiendo y hablando sin parar, bueno, tú hablando más que yo porque contigo soy más callada que con el resto.
Estoy esperando a que el reloj marque las tres. Un señor le ha traído la bebida a su mujer, aunque igual no es su mujer y es su amante, que eso siempre está de moda. Es raro que sea la única de toda la cafetería que está sentada sola. Es raro que, de hecho, no me importe. No quiero tentar más a la suerte porque hoy le gusta ponerse en mi contra, así que no marco tu número y no pienso, no pienso en absolutamente nada. Ya es la hora, decido que así está bien y subo al autobús. A mi lado hay un señor que viste con camisa de rayas en tonos lilas y marrones, lleva gafas y huele a jabón de pastilla. Puede que sea de las pocas veces que esto sucede, así que considero que eso es como si me tocara la lotería dentro de esta mierda de día.
Me paso las dos primeras horas del viaje escuchando a Los Planetas, que en estas situaciones siempre vienen bien (esto lo digo cientos de veces y es muy probable que le pase a mucha gente. No soy nada original, ya te lo decía). De repente J dice algo así como: si necesitas una mano ya sabes dónde tienes que llamar para que te den de lado, y  yo sólo puedo asentir.
Cojo el móvil y releo tus mensajes, intento seleccionar sólo lo muy bueno, pero en el fondo no tengo fuerzas ni para eso.
Hemos parado, he bajado y he vuelto a subir. Han puesto una película que se titula "Bienvenidos al norte". Bienvenido a tu puta madre. Llevo un día que es un desastre. Decido escribirte con todo el derrotismo del mundo, y espero impaciente. Dices "sí, quiero". Y a pesar de lo que pase luego, eso es lo único que ha conseguido alegrarme.